Oíd,
hijos, la
enseñanza de un padre,
y estad atentos, para que conozcáis
cordura. Proverbios
4:1.
Los
aborígenes de
Michigan fueron los primeros ingenieros de
las carreteras de ese estado norteamericano. Con pocas
excepciones, las
autopistas más
importantes siguen los senderos que ellos abrieron en el desierto
cientos de años antes de que llegara el hombre blanco.
Un sendero tenía de 30 a 45 cm de ancho, y, por seguridad, la gente
caminaba en fila. Después, pasaron los
caballos de carga y
ensancharon las sendas. Más tarde, llegaron los carruajes,
y esas sendas se convirtieron en caminos de tierra y,
después, en carreteras.
Asimismo, Salomón siguió
el sendero de su padre y, a su vez, preparó el camino para sus hijos
y nietos. ¿Cómo
lo hizo? Instándolos
a escuchar las instrucciones, así como él había seguido
la sana enseñanza
de su padre (Proverbios
4:4-5).
Así que, este padre, al aconsejar
bien a sus hijos práctica
y espiritualmente, les transmitió lo que había aprendido del abuelo
de esos muchachos, David,
a quien se lo llamó: "varón
conforme [al] corazón [de Dios]" (1
Samuel 13:14; Hechos 13:22).
Por lo general, las generaciones
más jóvenes aprenden
mejor sobre Dios en el seno
de la familia.
Nuestros hijos
biológicos y espirituales observan
el sendero que tomamos. Como hombres y mujeres de Dios, asegurémonos
de abrir
un camino recto,
sabio y claro. Entonces, si las futuras generaciones deciden
seguirlo, el sendero puede convertirse en una carretera: un
legado constante
para la gloria de Dios.
Proverbios
4:1-7
Cuando
seguimos a Dios, abrimos camino a los que quieran seguirnos.
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