Por
nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con
acción de gracias. Filipenses
4:6.
Hace unos años, nuestro
líder de
estudio bíblico nos desafió a memorizar un capítulo de
la Biblia y recitarlo de
memoria delante del grupo. En mi interior, empecé a protestar y
a rezongar. ¿Un
capítulo entero, delante de todos? La memorización nunca
había sido mi fuerte; me daba vergüenza pensar en los largos
silenciosmientras
todos me iban a estar mirando y esperando que dijera las palabras
siguientes.
Unos
días después, hojeé sin ganas mi
Biblia para
buscar qué memorizar.
Nada me parecía apropiado,
hasta que llegué a Filipenses 4.
Leí
este versículo en silencio: «Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (v.
6). En ese momento, supe qué capítulo debía memorizar y
cómo hacer para despreocuparme por
la tarea que me habían asignado.
Dios
no quiere que agonicemos al
pensar en los acontecimientos futuros, porque
la preocupación paraliza
nuestra vida de oración.
El apóstol
Pablo nos
recuerda que, en vez de ponernos ansiosos, debemos pedirle al Señor
que nos ayude. Cuando constantemente abordemos las
angustias de
este modo, la
paz de Dios tranquilizará
nuestro corazón y nuestra mente (v. 7).
Una
vez, alguien dijo con ironía: «¿Para
qué orar si puedes preocuparte?».
La idea es clara: La
preocupación no
lleva a ninguna parte, pero la
oración nos
pone en contacto con Aquel que puede
ocuparse de
todas nuestras ansiedades.
Filipenses
4:1-9
Es imposible
retorcerse las manos cuando están entrelazadas delante de Dios en
oración.
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