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¿Qué tan exactamente amamos a Dios?

El amor es paciente. Amamos a Dios no estando apurados o tensos mientras esperamos a que Él haga que las cosas sucedan...

Jesús dijo que no hay mandamientos más grandes que éstos: Ama a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas, y ama a tu prójimo como a ti mismo(Marcos 12:29-31). No es difícil pensar en maneras de amar a nuestro prójimo. Pero, ¿qué tan exactamente amamos a Dios?  Veamos 1 Corintios 13 desde esa perspectiva.
El amor es paciente. Amamos a Dios no estando apurados o tensos mientras esperamos a que Él haga que las cosas sucedan.
El amor es bondadoso. Amamos a Dios siendo reverentes y respetuosos en nuestras oraciones, no exigentes.
El amor no tiene envidia. Amamos a Dios al no desear su poder para poder manejar las cosas.El amor no es jactancioso. Amamos a Dios cuando estamos agradecidos por lo que Él hace, no diciendo: «¡Miren lo que hice!»
El amor no es arrogante. Amamos a Dios al creer que no somos mejor que ninguna otra persona.
El amor no se porta indecorosamente. Amamos a Dios respondiendo cuando Él llama, no ignorándolo.
El amor no busca lo suyo. Amamos a Dios cuando nuestras oraciones no giran sólo alrededor de nosotros.
El amor no se irrita. Amamos a Dios cuando lidiamos con los problemas de día a día con calma, en sus fuerzas.
El amor no toma en cuenta el mal recibido. Amamos a Dios cuando reconocemos que Él no puede hacer ningún mal. Si tenemos algo en contra de Él, su bondad lo vence.
El amor no se regocija de la injusticia sino que se alegra con la verdad. Amamos a Dios cuando buscamos la verdad de su Palabra y sonreímos cuando la encontramos.
El amor todo lo sufre. Amamos a Dios cuando no dejamos que nada nos impida pasar tiempo con Él.
El amor todo lo cree. Amamos a Dios cuando reconocemos que es el único que merece toda nuestra confianza y le confiamos todo a Él.
El amor todo lo espera. Amamos a Dios al creer que el cielo es real y que Él quiere que estemos con Él para siempre.
El amor todo lo soporta. Amamos a Dios cuando no nos rendimos, incluso cuando todo parece oscuro e incierto.
Amamos a Dios, por cuanto su amor nunca falla.



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