¿Qué necesitas para tener buen éxito en tu plan?
Y
Dios dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus
ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y
al oriente y al occidente.
Porque
toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para
siempre. (Gén. 13:14-15)
Cuando
Lot y Abram decidieron evitar altercados por las pertenencias
territoriales, éste último experimentó un desafío extraordinario
por parte de Dios. A continuación veremos algunos puntos claves
relacionados:
Escucha
la voz de Dios
Dios
habla a Abram. Es impresionante. Dios toma iniciativa y se dirige a
este hombre de manera directa. No hay intermediarios. Sólo Dios y
Abram. No se mencionan más nombres. No se escuchan más voces. Sólo
Dios expresando el deseo de su corazón para su hijo amado.
Seamos
sinceros. Siempre estamos escuchando voces en variados ambientes. Las
voces de las personas que te rodean, que en el mejor de los casos,
aportarán un bajo porcentaje de elementos útiles para tu vida, pero
que, como es costumbre, en la mayoría de las situaciones son voces
de crítica, queja, lamento, desesperanza, pesimismo y envidia.
Otras
voces que siempre estamos escuchando son las de la experiencia: “Te
lo digo por experiencia”, “Yo ya lo he vivido, no hay nada que
puedas hacer para que las cosas cambien, pues siempre ha sido así y
así seguirán”, “No te hagas ilusiones, todo tiempo pasado fue
mejor”.
Pero,
aunque parezca increíble, hay una voz que puede ser más dañina que
las anteriores si no se le domina. Es tu propia voz. Esa, que siempre
está generando un diálogo interno y que te repite una y otra vez
todo aquello que puedes terminar por creer. Esto sucede, porque
siempre estamos pensando. Y debes tener claro que sólo hay dos tipos
de pensamiento. Los pensamientos de bien para tu vida y los
pensamientos que te llevan a una vida escasa y de derrota. Recuerda
el pasaje bíblico: Por
lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo
lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto
pensad. (Fil. 4:8)
Finalmente,
entre muchas otras voces que pueden influir tu vida, está la única
voz, suave y apacible, impetuosa e indefectible, que puede guiarte a
una vida de victoria y propósito permanente; La voz de Dios. La voz
que siempre está diciendo cuál es tu verdad, independiente de la
tergiversada realidad en la que te encuentres.
Dios
habló a Abram; ¿Qué te dice a ti ahora? Dalo por sentado: Dios te
habla hoy para expresarte lo que quiere para ti. ¡Escucha su voz!
Eleva
tus expectativas
Hay
un concepto muy estudiado sobre la tendencia del ser humano a
acomodarse. Se llama “la zona de confort”. Consiste en
acostumbrarse a un estilo de vida al cual nos hemos habituado y que
en cierta forma nuestro cerebro, que está programado para ayudarnos
a la supervivencia, convierte todas esas costumbres en una burbuja
muy definida, dentro de la cual estamos y que es muy difícil de
romper por el temor al cambio.
Esa
zona de confort, es la que divide a la humanidad en mayorías y
minorías. Las “masas”, es decir las mayorías, en muchos casos,
son las personas promedio que van por la vida de un lugar a otro sin
un sentido claro y haciendo siempre lo mismo. Las minorías, son las
personas que están tomando decisiones para el largo plazo, que se
salen de la comodidad, se arriesgan a tomar acciones determinadas,
con esfuerzo y valentía, en la dirección que deben seguir para
lograr su propósito.
Las
mayorías fijan su mirada en cosas menores y descuidan lo importante.
Son los que pueden resumir toda una vida en un día, pues siempre
están haciendo lo mismo. Las minorías, en cambio, están
conformadas por los que ponen en primer lugar las cosas más
importantes, las que tienen sentido, las cosas difíciles y
desafiantes que exigen una entrega total, dejando atrás todo aquello
insignificante que no encaja en los planes. Las minorías alzan sus
ojos para fijarse en las cosas superiores. No miran hacia abajo, sino
que ponen su mirada en las cosas de arriba, en el propósito de Dios.
Dios
dijo a Abram: Alza ahora tus ojos. Abram tuvo que mirar más allá
que de costumbre. Ahora es tu turno. Sé parte de esos pocos que de
manera abnegada, dan prioridad al llamado de Dios a una vida
sobrenatural y victoriosa. Tu trabajo es salir de la zona de confort,
pasar a un nivel más alto de vida, asumir retos mayores que te
exijan más esfuerzo que el acostumbrado y pagar el precio.
Toma
acción ahora
Uno
de los mayores obstáculos para vivir en constante éxito es
la “dilación”.
También lo puedes llamar “procrastinación”.
¿Qué significa?. Procrastinación viene del latín “pro”,
adelante, y “crastinus”,
referente al futuro. Así que, es la costumbre de posponer las
actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por
otras de menor valor, pero placenteras.
El
proverbio dice: “No
te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el
día”.(Proverbios
27:1).
La
dilación, esa costumbre de dejar todo para después, va en contravía
al tiempo de Dios. No sabemos qué pueda pasar el día de mañana.
Puede que el “ahora” sea nuestra única oportunidad, por lo
tanto, se convierte en un llamado imperativo a la acción inmediata.
El ahora, es un regalo de vida que Dios nos da y Él nos ha dado vida
para que la tengamos en abundancia. Dios dice a Abram:
“Alza ahora tus
ojos…”. Así que, optimiza tu tiempo haciendo las cosas en el
momento correcto: ¡Ahora!.
Toma
visión
Cuando
miramos hacia algún lugar, nuestro cerebro toma registros y guarda
en la memoria una imagen mental de aquello observado. Aunque esa
imagen no necesariamente es una proyección exacta de la realidad,
para nosotros como observadores se convierte en una referencia
poderosa de cómo son las cosas. Los
maestros del dibujo enseñan sobre la importancia de “saber ver”,
como uno de los principales factores para ser un buen dibujante. En
este caso, saber ver, es observar detalladamente, registrando los
elementos de una manera diferente a como el cerebro tradicionalmente
lo hace y así en el momento de dibujar se cuenta con los principales
puntos de vista del objeto, de manera que, tengamos una visión más
clara de éste.
Dios
le dio referencias a Abram. Le dijo: “mira
desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y
al occidente”. Dios
quería que Abram se formara una visión clara de la tierra que le
iba a dar. La extensión de esta tierra era en todas las direcciones
desde el lugar donde se encontraba Abram en ese momento. Tomar visión
es una forma de crear el futuro convirtiéndolo en presente a través
de una imagen vívida en nuestra mente, inspirados por Dios. Es mirar
aquello que Dios me dice y apropiarme de eso en el tiempo presente.
Hazte
las siguientes preguntas. ¿Hacia dónde estás mirando ahora? ¿Te
has formado una visión clara de qué y quién quieres ser?
Cambia
la manera de ver las cosas. Levanta tu mirada y visualiza lo que Dios
te muestra. Esa es la óptica bajo la cual debes desarrollar tu
visión.
Desde
donde estás
Cuando
defines una imagen clara de tu visión, te darás cuenta que en el
futuro estarás en condiciones muy diferentes a las que vives
actualmente. Que proyectándote a 5, 10, 20 años, muchas situaciones
de tus diferentes áreas han cambiado. ¿Por qué se presenta esto?.
Porque estás inconforme con las circunstancias y mucho de lo que
vives hoy no se parece en lo mínimo a lo que siempre has deseado.
Esto
está muy bien, no obstante, debes tener cuidado. Dios le dijo a
Abram: …mira
desde el lugar donde estás. La
invitación de Dios es mirar desde donde
estás, no es mirar cómo te encuentras o dónde te encuentras.
Tienes que tener cuidado de no enfocarte en tus debilidades porque
puedes estancarte por la desmotivación. Por el contrario, enfocarte
en lo que Dios te muestra que debería ser tu propósito, hará que
cambies de actitud, y esto, producirá un gran entusiasmo para tomar
de aquí en adelante las acciones que te conducirán al cambio.
Aunque
a estas alturas Abram ya era bastante rico, no todo estaba a favor.
Él y su esposa ya tenían edad suficiente como para no esperar tener
hijos. Su sobrino Lot, había escogido el camino fácil, la llanura
del Jordán, cerca a las ciudades. El camino de Abram en cambio, era
más difícil, conducía a una zona montañosa, lejos de las
ciudades. Alejarse del lugar donde estaba actualmente, implicaba
arriesgar todo lo que poseía. No sabía a dónde iba, sin embargo,
se movió en busca de su herencia por la fe y obedeció a Dios
(Hebreos 11:8).
Pregúntate:
¿Cuál es tu lugar de partida? ¿Estás mirando las circunstancias,
tu edad, falta de dinero, falta de preparación académica…? ¿En
qué dirección debes mirar de ahora en adelante?
Todo
lo que ves
Cristo
dijo: “Yo
he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
(Juan 10:10b).
Siempre
me ha parecido un gran desafío la vida que el Señor promete. Él ya
nos dio la vida, sin embargo, nos ofrece mucho más. Él nos dice que
ha venido para que tengamos una vida abundante, una vida plena, libre
de la escasez y mediocridad. Pero, cabe preguntarnos: ¿La estamos
viviendo ahora? ¿Estamos disfrutando de esa plenitud?
La
mediocridad reina por todas partes. El deseo y la pasión vienen en
decadencia. Sonreímos menos. Oímos pero no escuchamos atentamente.
Amamos según los estados de ánimo. Desperdiciamos deliberadamente
el tiempo. Damos de lo que nos sobra. Estamos en un lugar físicamente
con los pensamientos divagando por otras partes. Vemos a medias,
porque seguimos a diario la misma ruta y aun así, muchas personas y
lugares pasan desapercibidos. No vivimos enteramente. No entregamos
el cien por ciento. En las diferentes situaciones cotidianas,
fingimos que estamos dando nuestro mejor esfuerzo y en eso se nos va
la vida.
Dios
dijo a Abram: “Porque
toda la tierra que ves, la daré a ti…”. ¡Es
sorprendente! Dios ya le había dado riqueza a Abram y aun así, le
ofrece mucho más. Toda la tierra que ves. Creo que Dios le
hablaba metafóricamente a Abram, pues aunque lo que podía ver Abram
en todas las direcciones era una gran extensión de tierra, Dios le
estaba hablando de algo superior, una vida abundante y con propósito,
una visión más allá de la tradición humana. Dios se estaba
valiendo de un hombre, para mostrarnos cómo es que Él quiere que
vivamos, en esperanza contra esperanza, con una fe extrema en el
Señor y con todos los beneficios de su reino.
Dios
quiere que la visión que te ha dado se haga realidad completamente.
Él quiere darte todo. Ya lo demostró. Entregó a su Hijo
totalmente, para darnos vida y salvación. Dios no nos pone límites,
por el contrario, nos ofrece la esperanza de alcanzar el cumplimiento
de todo lo que vemos. ¡Es hora de apropiarnos de sus promesas!.
Tú
y tu descendencia
Uno
de los mayores retos del liderazgo en cualquier campo de aplicación,
es que su legado permanezca cuando el líder ya no está. Muchas
empresas que han permanecido exitosas y en crecimiento continuo
durante el paso del tiempo, han sido el legado de una herencia de
bendición familiar, gracias a un liderazgo con visión a largo
plazo.
En
estos tiempos el desafío es mucho mayor, puesto que, hoy se premia
lo inmediato. Estamos en una cultura cortoplacista y egoísta,
inspirada por el dolor y el placer, que conduce al facilismo y a la
comodidad. Resolvemos los problemas que exigen menor esfuerzo,
dejando que los grandes sigan creciendo más y más. Y peor aun, nos
preocupamos tanto por nuestros propios problemas, que nunca tenemos
tiempo para pensar en lo que tendrán que enfrentar las generaciones
siguientes.
Dios
nos da la misma promesa que en su momento dio a Abram. Nos llama a
una herencia de bendición. Él quiere que tengamos éxito
perdurable, que afecte positivamente nuestras vidas, nuestras
familias, de generación en generación. Dios quiere que el éxito
individual se extienda para convertirse en éxito comunitario. Él te
ha bendecido para tu bien y para el de todos los que tengan que ver
contigo. Que disfrutes de la abundancia y que puedas sembrar para
generar bendición y prosperidad de manera permanente. Recuerda, Dios
le dijo a Abram: la
daré a ti y a tu descendencia para siempre. Ahora
es el momento para que tomes esa misma promesa de Dios y sea
perdurable en tu vida y en las vidas de todos aquellos que Dios ponga
en tu camino.
¡Dios
te bendiga!
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